No voy a venderte un curso.

Bueno, en realidad sí…pero no.

Porque lo que tengo para ti no es un curso como tal.

Los “cursos” que venden por ahí suelen ser teoría.

Contenido “pasivo” que consumes y, sin digerir, expulsas, esperando que algún día esas heces sean el estiércol que haga crecer tu huerto.

Pero eso no huele muy bien…

Volvamos al grano, que se me está quedando una mi*rda de texto.

Lo que te voy a contar es algo práctico, útil y transformador .

Es un cambio de enfoque.

Una forma distinta de hacer que tu cliente entienda (de verdad) lo que haces.

Pero bueno, para que nos entendamos, voy a llamarlo curso.


Este "curso" no es para que aprendas a escribir bonito.

Tampoco es para que tengas algo más que poner en tu currículum.

Y desde luego, no es para hacer marketing.

Es para algo mucho más simple:

Que cuando tu cliente reciba tu presupuesto, lo abra, lo entienda, perciba tu valor, y diga:

"Vale, esto es justo lo que quiero"

Sin regateos.
Sin dudas.
Sin silencios desconcertantes.

Sólo un:

“¿Cuándo empezamos?”


No sé tú, pero yo he tenido épocas en las que me dejaba la piel haciendo un presupuesto.

Calculadora en mano para llegar a la cifra “justa”.
(Después pasé a excel y me creía más productiva...alma de cántaro).

“Que no le parezca demasiado caro”
“Que sepa que sé todo lo que sé…
...aunque a lo mejor mi competencia sabe más que yo…
…y sus precios son iguales a los míos…
…mi*rda”
“Lo bajo un poco, no pasa nada”.

Y así enviaba el presupuesto…

...y la respuesta era el silencio.

O un “me lo tengo que pensar”.

O peor, la temida verdad:

“Me parece caro, no es lo que esperaba”.

Y es verdad porque es su percepción de tu precio.

Porque probablemente tu cliente no sabe todo lo que le vas a dar.

Y ahí estás tú.

Con tus horas perdidas ajustando el precio y ese súper portfolio diseñado que ni Midjourney con GPT-5 y Gemini Ultra Pro Top-6.

Y algo que no te cuadra.

Sientes que tu cliente no ha entendido nada.

Ni tu trabajo, ni el proceso, ni por qué vale lo que vale.

Y empiezas a dudar.

No porque no seas bueno, o buena, o buene.

Sino porque eso que has enviado no está contando lo bueno (o buena, o buene) que eres.

Y ahí es donde todo cambia.

No se trata de que tengas que aprender a vender.

Ni a escribir bonito.

Ni de convertirte en alguien que no eres.

Se trata de empezar a contar lo que haces, de forma que tu cliente lo entienda, lo valore y lo quiera.

Y te quiera.
A ti.
No a tus precios.
A ti.

Y aquí entra esto que (para que nos entendamos) he llamado “curso”.


Aunque realmente esto no va de aprender cosas nuevas.

O sí.

Porque esto va de mirar con otros ojos lo que ya haces.

Vas a seguir haciendo presupuestos.
Vas a seguir diseñando proyectos con tu estilo.
Y tus clientes van a seguir queriendo “saber cuánto cuesta”.

Tú vas a seguir siendo el mismo (la misma, le misme) interiorista.
Pero esta vez, vas a contarlo de forma distinta.

Y ahí está el cambio.

Aquí no hay teoría para coleccionar.
Hay técnicas para aplicar.

Te voy a enseñar cómo transformar tu presupuesto en una propuesta que emocione.

Que se lea.
Que conecte.
Que convenza.

No con trucos.

Ni con fórmulas mágicas.

Es ciencia.

Es estructura, claridad, y un toque de eso que los clientes no saben nombrar, pero sienten cuando algo está bien contado.

Eso es lo que hacemos aquí.

Y sí, te voy a dar una plantilla.

Y sí, vas a tener frases listas para usar.

Y sí, también te voy a enseñar cómo darle forma para que refleje tu estilo sin perder el foco.

Porque esto no va de impresionar.

O sí.

Porque esto va de comunicar con intención.

Y eso poca gente lo hace.

Eso es lo más impresionante.


Hace un tiempo vendía este "curso" con una página “bonita”.

Con fotos que tardé varias horas en elegir.

Testimonios enmarcados.

Un vídeo con buena luz, micrófono y para el que estuve 1 hora eligiendo la ropa que ponerme.

En fin, todo muy cuidado estéticamente, como mandan los cánones del diseño.

Pero me di cuenta de una cosa:

Este curso va sobre palabras.

Sobre cómo usarlas bien para conseguir la reacción que quieres.

Y yo lo estaba vendiendo con imágenes bonitas, brilli brilli, unicornios, arcoiris y el tipo de frases que nos dicen que tiene que tener una página de ventas.

Vamos, todo lo contrario de lo que predico.

Así que decidí hacerlo distinto.

Decidí hacerlo coherente.


Pero luego pensé:

“La gente no lee”.

(¡¡¡Ayyyy, mi síndrome del impostor saliendo a escena!!! Menos mal que ya lo conozco y sé pararle los pies)

Porque claro que leemos.

Yo leí todas las reseñas de mi espumador de leche de Amazon valorado con 4’8, sólo para ver qué dijo la única persona que le puso una estrella.

Leemos las cosas que nos interesan y que están escritas por personas reales, que cuentan cosas reales, con palabras normales.

Porque son cosas que nos interesan...y porque las entendemos.

Mírate. Aquí estás, leyendo esto, que no es corto.

Pero parece que te interesa

Y parece que me entiendes

¿O no?

¿Ves? No es que no leamos.

Es que no leemos lo que nos aburre, lo que no nos remueve, lo que no sentimos que está escrito para nosotros, o nosotras, o nosotres (ya sabes).

Y si has llegado hasta aquí, es porque este texto está escrito para ti.

Con sinceridad.
Con cariño.
Con respeto.

Y con técnica (que no tecnicismos)


Ahora bien, volvamos al curso-no curso:

Aunque a veces no lo parezca, soy una persona normal.

En serio.

Y, como persona normal, puedo sentir lo mismo que tú sientes.

Por eso sé que, como yo, tú también necesitas probar antes de comprar.

Antes de comprar unas zapatillas, me las pruebo.

Antes de comerme un plato nuevo, pruebo una cucharada.

Y con un curso, igual. Quiero asegurarme de que eso es lo que necesito.

Aunque esto no es un curso…

…o sí.

En fin, que he dejado una clase abierta para ti.

Una lección del curso.

GRATIS

Para que la veas.

Para que entiendas cómo enseño.

Para que sientas si esto es para ti.


También sé que necesitas saber el precio,

pero aquí voy a hacerme la remolona…



Es una broma (ya me vas conociendo un poco).

El precio oficial es de 149€ —porque, sinceramente, es lo que vale.

Ahora bien...
a veces hago excepciones.

No porque me sobre la generosidad,
sino porque me interesa que lo pruebes, que lo apliques y, cuando veas que funciona, lo digas.

Así que sí, hay un descuento.

¿De cuánto?

De más del 50%

Vale, pero ¿de cuánto?

Eso lo sabrás después de ir a ver la lección de prueba.

Y no, esto no es un truco de marketing.

Esto es simplemente una forma de filtrar y de ahorrarme dinero en publicidad de Instagram.

Quien llega hasta la lección gratuita, ya sabe si esto va con ella (con elle, o con ello).
Y si va contigo, confío en que sabrás valorarlo.

Eso sí: la clase es gratuita, pero no del todo.

Para verla, tienes que dejar tu nombre, tu email y tu teléfono.

No porque vaya a perseguirte después con un embudo de ventas con 178 emails (Dios me libre).

Sino porque esto va de compromiso: como cuando acabas de poner gasolina y te das cuenta de que no llevas la cartera y le dejas tu carnet de conducir a la cajera, para que sepa que vas a volver.

Yo te dejo ver una parte del curso sin pagar. Tú me dejas tus datos como señal de que lo vas a mirar con intención.

Así los dos nos tomamos esto en serio.

Porque sí, quiero ayudarte.

Pero también quiero que esto funcione.

Para ti y para mí.


Haz clic aquí, mira la clase abierta y decide con criterio.

Y si después de eso no compras, que sea porque no te interesa.
No porque no te lo dejé claro.

Desbloquea tu descuento de

Más del 50%

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, aceptas el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.    Ver política de cookies
Privacidad